15/4/09

Palabra

“Antes del mar, de la tierra, y del cielo que todo lo cubre, la naturaleza tenía en todo el universo un mismo aspecto indistinto, al que llamaron Caos: una mole informe y desordenada, no más que un peso inerte, una masa de embriones dispares de cosas mal mezcladas.”

Metamorfosis
Ovidio
Editorial Espasa Calpe

“Al principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra era soledad y caos, y las tinieblas cubrían el abismo, pero el espíritu de Dios alentaba sobre las aguas. Entonces dijo Dios: “Haya luz”, y hubo luz.”

Génesis 1.1

“En el principio existía el Verbo
y el verbo estaba con Dios
y el verbo era Dios
Él estaba en el principio con Dios
Todo fue hecho por él
y sin él nada se hizo
cuanto está hecho.”

Juan 1.1


Me traen sin cuidado las exégesis de las Escrituras. Estas palabras fascinan, sobre todo si uno mantiene distancia con la teología, la ortodoxia, o cierta apropiación colectiva propiciada por la una y por la otra. Así que dejémonos seducir por ellas.

Dice el Génesis que Dios creó el cielo y la tierra, pero no la luz; la luz fue dicha -la misma luz, claro está, que desprende el fuego que Prometeo robó a los dioses-. Es decir, la creación entendida como un acto lingüístico en el que “las cosas se hacen con palabras” –J.L.Austin-.

Antes de la palabra todo tenía ese “mismo aspecto indistinto” del que habla Ovidio, y es solo por la palabra que el mundo existe. El lenguaje, como es obvio, nombra, pero lo que nos dicen los escritos bíblicos es que ese nombrar, además, es un crear.

En vano busquen los paleontólogos el primer rastro humano en simas y cuevas. No es ahí donde habita. La palabra es la frontera que lo define, y el rastro de aquella primera palabra hace tiempo que se diluyó en el aire en el preciso instante en que fue pronunciada. Desde entonces nuestro combate con el mundo es un combate con la palabra, porque somos tanto como lo que podamos decir. Así, ese primer acto de creación, ese Verbo del que habla el Génesis, no es más que un acto fundacional, en absoluto definitivo; un acto sin fin, interminable, que renovamos cada vez que ponemos una palabra tras otra para construir un mundo que se resiste a ser ordenado de acuerdo a nuestro lenguaje.

Es una lucha tan imposible como inevitable, pero no podemos ser otra cosa sino palabras.

14/4/09

Niño

“El niño es un reflejo de nosotros mismos. No nos precede, sino que es la excrecencia que dejamos al mundo. Que aprendamos de él sólo explica lo ignorantes que somos.

Los estamos alejando de nosotros, so pretexto de defenderlos. Porque también nosotros, con el mismo pretexto, nos alejamos de nosotros. Caemos presa de un engaño muy simple: creer que un niño es la posibilidad de ser como nosotros; pero es la definición de lo que hemos sido. Por eso lucha.”

Cien niños
Juan Carlos Suñén
Ediciones Cátedra

13/4/09

Destino

“-La casualidad no es un lujo, es la otra cara del destino y también algo más –dijo Johns.
-¿Qué más? –dijo Morini.
-Algo que se le escapaba a mi amigo por una razón muy sencilla y comprensible. Mi amigo (tal vez sea una presunción por mi parte llamarlo así) creía en la humanidad, por lo tanto creía en el orden, en el orden de la pintura y en el orden de las palabras, que no con otra cosa se hace la pintura. Creía en la redención. En el fondo hasta es posible que creyera en el progreso. La casualidad, por el contrario, es la libertad total a la que estamos abocados por nuestra propia naturaleza. La casualidad no obedece leyes y si las obedece nosotros las desconocemos. La casualidad, si me permites el símil, es como Dios que se manifiesta cada segundo en nuestro planeta. Un Dios incomprensible con gestos incomprensibles dirigidos a sus criaturas incomprensibles. En ese huracán, en esa implosión ósea, se realiza la comunión. La comunión de la casualidad con sus rastros y la comunión de los rastros con nosotros.”

2666
Roberto Bolaño
Editorial Anagrama

Mirada

En el año y poco que llevo escribiendo en este blog, todavía no he escrito nada sobre la Escuela de Letras de Madrid. Hablar de la mirada es una buena ocasión para hacerlo.

Hay momentos y lugares que depositan sobre nosotros el manto de tierra fértil que deja una inundación tras de sí. Y con el tiempo, cuando uno mira la secuencia de esos estratos, comprende que esa superposición nos cuenta una historia que solo existe por acumulación. Algo así me sucede con la Escuela de Letras. Como los geólogos que al horadar la tierra descubren ese estrato peculiar que les indica un acontecimiento decisivo: la inundación, el terremoto o el incendio, hechos significativos que cambian el paisaje, que alteran el rumbo.

Con el tiempo, uno olvida muchas cosas, algunas superfluas y otras no, pero queda un poso que se puede oír como un recordatorio permanente de algo fundamental, apenas unas pocas frases: “aprender a mirar”.

La mirada, inseparable de la palabra, un acto de la voluntad antes que del ojo, un ejercicio de atención, una decisión.

Sentido

Nada menos que once acepciones propone el diccionario para esta palabra. Me quedo con esta: “razón de ser, finalidad”. Es decir aquello para lo que algo existe, lugar al que tiende. Esto es lo que tratamos -tantas veces en vano- de descifrar en lo que sucede. ¿Hacia dónde apunta esto que ocurre, esto que me ocurre? Una pregunta que dice más de nosotros que de los acontecimientos, que no solo no se sienten obligados a responder, sino que incluso nos desafían: ¿y por qué habría de existir algo parecido al sentido?

La búsqueda de sentido nos define. No recuerdo las palabras exactas, pero estas se acercan: “o somos búsqueda de sentido o no somos nada”. No podemos mirar las cosas sin más, como un gato nos mira a nosotros. Nuestra mirada es una pregunta que trata de alcanzar algo esquivo, quizás inalcanzable, pero esa intención dice quienes somos.

12/4/09

Pérdida

Dudé mucho entre pérdida y ausencia. Aún ahora, mientras escribo, dudo –por eso escribo-.

La pérdida es la frontera entre la presencia y la ausencia, o más bien es el canto, el filo hiriente de una hoja cuyas caras son la ausencia y la presencia. Sí, quizás por eso elegí la palabra pérdida, por ser esa línea fina que la memoria traza entre dos mundos que, dándose la espalda el uno al otro, son inseparables; una línea permeable: en la ausencia está la presencia de lo que fue –fuese realidad o sueño-, y en la presencia está la sombra de lo que un día no estará. Melancolía y tristeza como una infección latente en la alegría de lo que sí es hoy, igual que la alegría puede ser por momentos un cierto delirio de la memoria.

Las agujas del reloj indican el sentido de la flecha del tiempo, pero la memoria no sabe nada de tiro con arco; sin embargo, conoce bien las heridas que esa flecha deja a su paso.

11/4/09

Amor

Amor, la palabra más difícil.

Roland Barthes habla de figuras que se suceden al capricho del azar, y aunque la imagen nos remita fácilmente a nuestra propia experiencia amorosa, el misterio queda intacto. Porque el misterio del amor no es el qué, sino el hecho asombroso de que algo semejante exista.

Barthes habla de afirmación de un discurso abandonado por el resto, pero esto es perder de vista el hecho para sustituirlo -de manera algo fraudulenta- por el contexto. Quizás sea imposible hablar del amor sin hablar del contexto, como no se puede hablar del amor sin hablar del sujeto y del objeto, pero desde luego lo que es imposible es hablar del amor sin hablar de salvación, o si se quiere evitar el sospechoso fardo que esa palabra lleva a cuestas, de sanación. Porque si hay algo misterioso en el amor no es la fuerza que confiere al que ama, ni su existencia al margen de lo social, ni el evidente fracaso al que está destinado cualquier intento del lenguaje por aprehenderlo -el amor es el único silencio que la palabra reconoce-; el verdadero misterio es la capacidad del amor bueno para salvarnos de nosotros mismos.

Tierra

"Que ya no veamos las estrellas es tan solo un aspecto de este alejamiento de la realidad. La vida se ha distanciado de lo natural en muchos aspectos, y la experiencia directa se ha transformado en abstracción y falta de contacto. En ningún otro periodo histórico hemos estado más desconectados de nuestro cuerpo y de nuestra esencia. La posibilidad de relación casi infinita que proporciona el mundo tecnológico, pese a las muchas ventajas que encierra, exige un alto precio en contacto. Hemos olvidado el tacto del mundo y con ello estamos produciendo nuevas y numerosas enfermedades del alma, infelicidades que son la complicada consecuencia de la distancia interpuesta entre nosotros y el mundo natural. Hemos olvidado que nuestra mente se configura a través de la experiencia corporal del mundo –de sus espacios, texturas, sonidos, olores y costumbres- tanto como a través de los rasgos heredados y las ideologías asimiladas. Entre las formas físicas del mundo que nos rodea y el mundo interior de nuestra imaginación existe un permanente y formidable intercambio que nos define y nos modela.
[…]
Hay una sencilla verdad en la sensación de apoyar las manos en una roca calentada por el sol, o de observar las cambiantes formaciones de una bandada de pájaros al vuelo, o de recibir la irreversible caída de los copos de nieve en la palma de la mano."

Naturaleza Virgen
Robert Macfarlane
Alba Editorial

7/4/09

Demonios

“Somos nuestros propios demonios.
[...]
Una fuerza precisa arrastra a mi lenguaje hacia el mal que puedo hacerme a mí mismo: el régimen motor de mi discurso es el piñón libre: el lenguaje actúa como bola de nieve, sin ningún pensamiento táctico de la realidad. Trato de hacerme daño, me expulso a mí mismo de mi paraíso, afanándome en suscitar en mí las imágenes (de celos, de abandono, de humillación) que pueden herirme; y la herida abierta, la mantengo, la alimento con otras imágenes, hasta que otra herida viene a producir un efecto de diversión.”

Fragmentos de un discurso amoroso
Roland Barthes
Siglo XXI Editores

3/4/09

Extrañeza

Extrañeza es el canto inesperado de un cuervo negro, un oboe en Van Morrison, una calle sin principio ni fin, el repentino interés de una mirada que se sabe descubierta, un milagro bajo la escalera, el camino que se sorprende a sí mismo girando a la izquierda donde debería girar a la derecha; extrañeza es olvido del yo, susurro en el oído, primera caricia, olor de lluvia antes de la lluvia, golpe de azafrán en la boca… extrañeza es, antes de nada, el ojo que al fin ve.