22/5/08

Todos los niños



Autoridad


La autoridad del médico es la autoridad del conocimiento. Uno se somete o no al tratamiento, pero no cuestiona la autoridad del médico. En cuestiones de medicina, su autoridad no se discute.

La autoridad del policía es la autoridad de la violencia. Al policía le está permitido ejercer una violencia que al resto nos está prohibido. No tiene porqué ejercerla, pero es la fuente de su autoridad.

La autoridad del profesor, ¿debe ser la del médico o la del policía?

Esfuerzo

Al niño no le cuesta esfuerzo conseguir el móvil del que se ha encaprichado, ni la ropa que quiere, ni el alcohol y las drogas que han sustituido a los antiguos rituales de iniciación en los que era aceptado en el mundo adulto –un tránsito que antes hacían de la mano de los mayores, y que hoy realizan solos–. Al niño no le cuesta esfuerzo desobedecer, ni violentar. El niño empuja –hoy y siempre–, pero hoy no encuentra resistencia a su instinto por experimentar los límites. Pero más aún, al hablar de esfuerzo, ¿hablamos del encofrador que se rompe las manos con la ferralla, o del estudioso que devora un libro tras otro? ¿Hablamos del esfuerzo–castigo cristiano que llena de sudor la frente, o del esfuerzo–hedonista del alpinista que hace cumbre? Sea uno o sea otro, ¿es posible que el niño comprenda su significado cuando el esfuerzo se propone como el requisito para alcanzar algo cuyo valor solo alcanzará a comprender a posteriori –la educación–, mientras lo que sí desean no les cuesta nada? ¿Puede la amenaza de una repetición de curso ayudar a comprender?

Y sin embargo, a pesar de estas preguntas, confiamos en que:

1– Una ley devolverá al profesor la autoridad perdida –de nuevo preguntamos: ¿la del conocimiento o la de la violencia?–.

2– Una ley transformará al niño rebelde, agitador, subversivo, insubordinado en un adulto esforzado y responsable.


Libertad

Dícese de la facultad de los padres pare decidir sobre la educación de sus hijos. Ha de entenderse, por tanto, que la libertad de los padres significa la esclavitud de los hijos. ¿O tienen los hijos la libertad de elegir su educación? ¿Puede un niño de la Cañada Real decidir libremente sobre su educación? ¿Puede acaso ese niño decidir asistir al mejor de los colegios?

Ni el esfuerzo ni la autoridad son, claro está, el objetivo. Son solo el pretexto que permite volver a lo de antes -o permanecer en ello-, a lo de siempre: a la educación para unos pocos, la condición necesaria para perpetuar un sistema de privilegios: aquí el esforzado notario y allí el perezoso barrendero –como si ser una cosa o la otra no tuviera nada que ver con las condiciones de partida–. Y sí, claro, la libertad de mantener un sistema educativo segregado, clasista y elitista –y que hoy sean más numerosas, no hace menos élite a la élite–.

Nada de esto cambiará hasta que no comprendamos que todos los niños son nuestros hijos. Solo este pensamiento puede impedir cosas como esta:


http://www.escolar.net/MT/archives/2008/04/22-de-abril-el-dia-de-la-tierra.html

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estimado ventrílocuo: hay un apartado que se te ha olvidado incluir, y que es fundamental para basar la argumentación. ¿Qué es la educación? Porque educar no es sólo dar formación académica, a través un educador que dispone de "autoridad". Educar es conseguir que el niño (y el adulto, que nunca debería considerarse educado totalmente) sea consciente de todas sus capacidades y las ponga a "funcionar" para lograr su plenitud personal.

Educar significa hacer a alguien autónomo, capaz de decidir por sí mismo y de enfrentarse a todas las situaciones que se encuentre en su vida (tenga los años que tenga). Es dar criterios, basados en la experiencia personal y ajena, para que el educando sea capaz de establecer y clarificar los principios básicos de SU comportamiento y sea responsble de ellos. Pero sobre todo, educar es darle la posibilidad de ser libre, puesto que cuando uno escoge en función de esos principios no se necesitan recetarios de comportamiento impuestos desde fuera (bien sea el padre, el profesor o el político de turno).

Así pues, educar a un niño en el esfuerzo no debe hacerse bajo la autoridad del conocimiento o de la fuerza, sino que el niño asimile el beneficio que tiene, por lo que se "consigue" por ello (o deja de conseguirse). Si el valor del esfuerzo no tiene recompensa o la recompensa se obtiene sin esfuerzo, entonces se vacía de sentido, y por tanto se rechaza.

En el caso del niño, los padres son los responsables (otra palabra que no aparece en el texto)primeros de la educación del hijo. Y como tales tiene el derecho (ya que se le supone el deber) de poder decidir cuáles van a ser los criterios que quieren transmitirles a los hijos. Un niño de la Cañada Real puede tener una mejor educación que cualquier privilegiado de la élite, y probablemente entienda mucho mejor el significado del esfuerzo como valor. Por tanto, como parece que, al final, la educación de un niño depende de la educación de sus padres, preocupémonos los adultos de estar convenientemente educados.

Y no olvidar que un niño no puede decidir por sí mismo hasta que no disponga de criterios con los que hacerlo, no sólo el del "no-esfuerzo" o el "me apetece". Creo que cuando se alcanza ese estadio de la educación deja de ser niño y pasa a ser adulto ...

Un saludo