29/9/12

Peligrosas debilidades del pensamiento

La expresión “colapso civilizatorio” ha dejado de ser una idea para escritores de guiones de ciencia ficción para pasar a ser una forma razonable de describir el futuro a medio plazo de la humanidad. Entonces, ¿cómo es posible que sigamos viviendo de espaldas a esa idea? Para comprender nuestra actitud, una referencia enormemente útil es Pensar rápido, pensar despacio, de Daniel Kahneman. Una muestra de sus conclusiones: 

Las condiciones bajo las cuales eventos raros son ignorados o magnificados se entienden ahora mejor que cuando se ha formulado la teoría de las perspectivas. La probabilidad de un evento raro será sobrestimada (a menudo, no siempre) debido al sesgo confirmatorio de la memoria. Si pensamos en ese evento, intentaremos hacerlo verdadero en nuestra mente. Un evento raro será magnificado si atrae especialmente la atención. La atención separada queda efectivamente garantizada cuando se describen las perspectivas de modo explícito (“99 por ciento de probabilidades de ganar 1.000 dólares y 1 por ciento de probabilidades de no ganar nada”). La preocupación excesiva, las imágenes vívidas, las representaciones concretas y los recordatorios explícitos contribuyen a la magnificación. Y cuando no hay tal magnificación, habrá olvido. Cuando considera probabilidades raras, nuestra mente no está diseñada para ver las cosas correctamente. Estas son malas noticias para los habitantes de un planeta en el que podrían producirse eventos raros a los que ninguno de ellos ha asistido.

Pensar rápido, pensar despacio.
Daniel Kahneman.

22/9/12

El geógrafo

La propia naturaleza del hombre ha sido mantenida y formada constantemente por las complejas actividades, autotransformaciones e intercambios que se producen en todos los organismos; ni su naturaleza ni su cultura podemos abstraerlas de la gran diversidad de hábitats que los seres humanos han explorado, con sus diferentes formaciones geológicas, sus diversas capas de vegetación y sus distintas agrupaciones de animales (aves, peces, insectos, bacterias), todos en medio de condiciones climáticas constantemente cambiantes. La vida del hombre sería muy diferente si los mamíferos y las plantas no hubiesen evolucionado a la par, si no hubiesen tomado posesión de la superficie de la tierra los árboles y las hierbas, si no hubiesen cautivado su imaginación y despertado su mente esas bellas nubes que surcan el cielo, las vivas puestas de sol, las montañas imponentes, los océanos infinitos y el cielo estrellado. Ni los cohetes espaciales ni las cápsulas que rondan ahora la luna tienen la menor semejanza con el entorno en que el hombre pensó y prosperó durante siglos y siglos. ¿Acaso habría soñado alguna vez el hombre en volar en un mundo desprovisto de criaturas voladoras?

Mucho antes de que hubiese llegado a existir riqueza cultural alguna, la naturaleza había provisto al hombre con su propio modelo original de creatividad inagotable, con lo cual el azar dio paso a la organización y esta incorporó gradualmente finalidades y significaciones. Tal creatividad es su propia razón de existir y su auténtico premio. Ensanchar la esfera de la creatividad significativa y prolongar su periodo de desarrollo es la única respuesta del hombre a su propia muerte.

Lamentablemente, estas ideas son ajenas nuestra cultura actual, dominada por las máquinas. Un geógrafo contemporáneo que vivió imaginariamente en un asteroide artificial nos ha presentado las siguientes observaciones: “No hay méritos inherentes en un árbol, una brizna de hierba, un arroyo rumoroso o los hermosos contornos de un paisaje; si dentro de un millón de años nuestros descendientes habitasen un planeta de rocas, aire, océanos y naves espaciales, aún seguiría siendo un mundo natural”. No puede haber declaración más absurda que esta a la luz de la Historia Natural. El mérito de todos los componentes naturales originales que este geógrafo descarta tan caballerosamente es en rigor que, en su totalidad inmensamente variada, han ayudado a crear al hombre.

Como Lawrence Henderson tan brillantemente demostró en The Fitness of the Environment, hasta las propiedades físicas del aire, el agua y los compuestos de carbono fueron propicios para la aparición de la vida: si esta hubiese comenzado en ese planeta pelado y estéril que el citado geógrafo prevé como posible futuro, al hombre le habrían faltado los recursos necesarios para su propio desenvolvimiento. Y si nuestros descendientes redujeran este planeta a un estado tan desnaturalizado como ya están haciendo las excavadoras, los pesticidas y defoliantes y las bombas atómicas, entonces el hombre mismo quedará igualmente desnaturalizado, es decir, deshumanizado.

El mito de la máquina
Lewis Mumford