11/9/10

Sobre presencias y ausencias

Hace algo más de un año, eligiendo diez palabras, dudaba entre pérdida y ausencia. Elegí, con acierto, pérdida, y hablaba de ella como un filo hiriente cuyas caras son la presencia y la ausencia. Decía, también, que en toda ausencia hay una presencia, y que en toda presencia hay ya una ausencia.


Un año después, aquellas palabras cobran todo su sentido. De alguna manera se han encarnado, y esa carne dolorida es la mía. La memoria trae, de golpe, todo lo que ya no está, todo lo que se fue, y el dolor es inmenso. Y uno se pregunta por qué. No por qué se fue (que también), si no por qué su presencia ahora, por qué ese afloramiento de lo que estaba ya cubierto de polvo y tierra. Y la única explicación que encuentro es que solo desde lo insoportable se puede progresar; que sin ello uno transita pero no avanza; que es en el dolor más grande donde uno tiene que decidir si se salva o se condena. Y aquí estoy, caminando por la línea que separa los dos mundos…

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