Por lo visto, y a partir de sus estudios de los indios hopis, unos tales Sapir y Whorf propusieron la tesis lingüística que lleva su nombre, y que en el Dionysus de Karl Kerenyi se expresa como sigue:
La interdependencia del pensamiento y el discurso deja claro que los lenguajes no son tanto medios para expresar una verdad que ya ha quedado establecida, como medios de descubrimiento de una verdad previamente desconocida. Su diversidad es una diversidad no de sonidos y signos sino de formas de ver el mundo.
Una rápida búsqueda en Internet amenaza con arruinarme este post: por lo visto, eso de que los indios hopis no distinguen entre presente, pasado y futuro es una leyenda urbana más. Pero yo, como dicen que hacen algunos periodistas, no pienso dejar que la realidad me estropee un post: el falso mundo de los hopis merece una visita, ya lo creo que sí…
Desde que el pensamiento científico tecnológico comenzó a remontar río arriba, cual mejillón cebra, por el curso de nuestro delicado y sensible lenguaje, se nos va haciendo más y más difícil comprender algunas cosas. Ese nuevo paradigma del pensamiento va obstruyendo uno tras otro canales que necesitamos como los peces necesitan el oxígeno. Por suerte, aún nos quedan los viejos hopis y sus falsas leyendas, capaces de explicar, mucho mejor que nuestras ideas modernas, artefactos tan fascinantes como la memoria, muy debilitada a causa de la terrible contaminación que pretende equipararla con un mero registro…
Porque lo que sucede en la memoria, ¿cuándo sucede? Los falsos hopis nos indican el buen camino: la memoria no conoce pasado, presente ni futuro porque funciona como una narración sin tiempo. Como en los cuadros cubistas, en la memoria todos los tiempos suceden de manera simultanea. ¿Cómo podríamos comprender si no? ¿Cómo podríamos imaginar si no?
En la memoria, los tres tiempos son simplemente elementos que se combinan entre sí para arrojar luz los unos sobre los otros: el pasado cobra sentido –o deja de tenerlo- a partir de lo que somos hoy; el futuro es algo más que un abanico de posibilidades, un juego de descartes; es, de alguna forma, lo que hubiéramos sido a la luz lo que hemos sido.
A veces, una falsedad nos da la pista buena que nos llevará hasta la verdad…
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