3/3/08

Algunos dioses innecesarios

"¿Qué entendemos por "comprender" algo? Imaginemos que esta serie complicada de objetos en movimiento que constituyen "el mundo" es algo parecido a una gran partida de ajedrez jugada por los dioses, y que nosotros somos observadores del juego. Nosotros no sabemos cuáles son las reglas del juego; todo lo que se nos permite hacer es observar las jugadas. Por supuesto, si observamos durante el tiempo suficiente, podríamos llegar a captar finalmente algunas de las reglas. Las reglas del juego son lo que entendemos por física fundamental."

Seis piezas fáciles.

Richard P. Feynman.
Ed Critica.

No hay nada de paradójico en que un ateo confeso como Feynman recurra a los dioses para "explicar" el origen de las reglas del juego, ya que, de acuerdo con su definición, ese origen resulta por completo innecesario para "comprender" la partida. Según Feynman, "comprender" es comprender los movimientos, no las reglas –decir que estas tienen su origen en los dioses, ni dificulta ni ayuda a comprender; se trata de un conocimiento inútil–. Si el observador de Feynman quisiera "explicar" la partida a un tercero, tan solo debería "enumerar" las reglas y "narrar" los movimientos. Esto bastaría a ese tercero para decidir acerca del "sentido" de tales movimientos –los dioses sobran–.

Solo a la luz de las reglas tienen "sentido" los movimientos. Ahora bien, aunque no hay sentido sin ellas, no es posible hablar de "el sentido de las reglas" –ello sería lo mismo que buscar las reglas de acuerdo a las cuales las reglas tienen sentido, lo que significa retrasar el problema, pero no resolverlo; no hay manera de salir del bucle que esto supone–. Las reglas del juego simplemente son. No se puede decir más –pero tampoco se necesita decir más–.

Por otro lado, la definición de Feynman lleva implícita una distinción interesante: el "concepto débil" de porqué –es decir, de acuerdo con las reglas– frente al "concepto fuerte" de porqué –es decir, el porqué de esas reglas–. La ciencia trabaja con el primero de los dos conceptos. El segundo le resulta de todo punto ajeno. En su lugar, y como si quisiera paliar esta carencia, recurre a la exigencia de coherencia: la ciencia no aspira a ser total –no puede dar cuenta del "concepto fuerte"–, pero aspira a ser coherente -no es posible que algo sea y no sea al mismo tiempo-. O sea, que la ciencia se pregunta "cómo" es el mundo, no "porqué" es el mundo. Por qué esas reglas y no otras, es un asunto que a la ciencia le trae sin cuidado –no así a los científicos y a los filósofos de la ciencia–.

Así que, después de todo, podríamos decir que no hay otra manera de "explicar" la partida que no sea "narrando" los movimientos, lo que nos lleva exactamente a donde queríamos llegar: no hay explicación que no sea una narración. Una manzana que cae es solo una manzana que cae hasta que encontramos una ecuación que "describe" su movimiento. Esa ecuación no es otra cosa que su relato –el relato de la caída–, expresado en el lenguaje matemático de la física. La física es por tanto, otro relato más del mundo. Para ser más precisos: es el conjunto de todos los relatos posibles de acuerdo con unas reglas que se conocen como "leyes fundamentales" –unas leyes que no se explican, pero a partir de las cuales todo se explica–. Aunque se trata de un relato del mundo escrito con el difícil lenguaje de la matemática, esto no debería hacernos perder de vista lo fundamental: toda explicación científica es un relato como lo es uno cualquiera de los mitos de Las Metamorfosis. Un relato que es conocimiento. La ecuación que describe la caída de la manzana es "explicación" en tanto que es "relato".

Pero "relatar" es de algún modo "nombrar". De acuerdo con esto, la gravedad terrestre es solo el nombre que damos al hecho de que la manzana caiga hacia el suelo. Es porqué en sentido débil –de acuerdo a las reglas–: tiene sentido que la manzana caiga hacia abajo porque esto está de acuerdo con las reglas. El porqué en sentido fuerte –porqué hacia abajo y no hacia arriba– es inexplicable dentro de la ciencia –pero también es innecesario dentro de la ciencia–.

De este modo, hablar de "expansión del conocimiento" solo tiene sentido en términos de expansión del número de reglas, del número de leyes, y de los relatos que estas permiten. No hay manera de expandir el conocimiento hasta una solución del problema original –el origen, la causa, el porqué de las reglas del juego nos está vedado–. Es cierto que esto supone un límite, sin embargo es posible expresar esto mismo de un modo más favorable para la creación –sea esta artística o científica–: detrás de toda narración hay un conocimiento. Dice Michel Butor: "nuevas formas revelarán en la realidad nuevas cosas". Buscar nuevos relatos es buscar nuevos conocimientos –y a la inversa–.

Esto nos devuelve al problema de un Lord Chandos paralizado ante la visión del concepto fuerte de porqué: siendo incapaz de recuperarse, renuncia a la narración –piensa que esta no es posible sin resolver antes el asunto del origen de las reglas de esa misma narración–. Se equivoca. Esa forma a la que renuncia es la única forma de conocimiento a nuestro alcance: solo conocemos lo que somos capaces de narrar, lo que somos capaces de nombrar –no hay conocimiento que no sea relato–.


Y en ese relato del mundo que es la ciencia, ¿dónde quedan los dioses? Ya vimos al principio que se trata de unos dioses innecesarios, pero no imposibles. Los dioses pueden existir junto con la ciencia; ahora bien, a condición de respetar unas reglas tales que se vuelven completamente inútiles –sobre todo para quienes viven de un poder presuntamente emanado de aquellos–. Lo veremos.

2 comentarios:

Director dijo...

Algo sobre la ciencia, para abrir boca. Habrá más, prometido.

http://barcomasgrande.blogspot.com/2008/02/zas.html

Director dijo...

Un poco de humor nunca viene mal...

http://fukung.net/v/784/sciencevsnorse2pe.jpg