29/1/13

Igjugarjuk el chamán

Igjugarjuk era un chamán esquimal caribú de una tribu que habitaba las tundras del norte canadiense. De joven había tenido constantemente sueños que no podía interpretar. Desconocidos y extraños seres se acercaban y le hablaban; y cuando se despertaba lo recordaba todo tan vívidamente que podía describirlo exactamente a sus amigos y familia. La familia, preocupada, pero sabiendo lo que ocurría, le enviaron junto a un viejo chamán llamado Peqanaoq, quien, tras diagnosticar el caso, colocó al joven en un trineo lo suficientemente grande para que pudiese sentarse, y en lo más crudo del invierno –en la absolutamente oscura y helada noche del invierno ártico- le llevó a un lejano yermo ártico y allí construyó para él un pequeño refugio de nieve con apenas sitio para sentarse con las piernas cruzadas. No le estaba permitido ponerse de pie sobre la nieve, pero fue llevado del trineo al refugio y le sentó en un trozo de piel en que apenas cabía. No le dejó ni comida ni bebida. Le fue dicho que pensase solo en el Gran Espíritu que aparecería, y fue dejado allí solo durante treinta días. Cinco días después el anciano regresó con algo de agua caliente para beber, y al cabo de quince días más, con una segunda bebida y un poco de carne. Pero eso fue todo. El frío y el ayuno eran tan severos que, como Igjugarjuk le contó a Rasmussen, “a veces moría un poco”. Y durante todo ese tiempo pensó y pensó, y pensó en el Gran Espíritu, hasta que, hacia el final de la penosa experiencia, de hecho llegó un espíritu benéfico en forma de mujer que pareció materializarse en el aire. Nunca volvió a verla, pero se convirtió en su espíritu benéfico. Entonces, el chamán más viejo le llevó de nuevo a casa, donde le fue ordenado ayunar y estar a régimen durante otros cinco meses; y, tal como contó a su huésped danés, dichos ayunos, a menudo repetidos, son los mejores medios para alcanzar el conocimiento de las cosas escondidas. “La única sabiduría verdadera”, dijo Igjugarjuk, “vive lejos de la humanidad, en la gran soledad, y sólo puede ser alcanzada mediante el sufrimiento. Solo la privación y el sufrimiento abren la mente de un hombre a todo lo que permanece escondido para los demás”.

Los mitos
Joseph Campbell
Editorial Kairós 

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