"Verá que los poderosos están convencidos de la justeza de sus acciones. Esto es lo más grave y absurdo de toda la situación. Es algo tan íntimo a su naturaleza, que son incapaces de hacer algo que no consideren correcto. Han de justificar siempre sus actos.
Cuando tratan de realizar algo, algún negocio, por supuesto, le dan vueltas en sus cabezas hasta que encuentran una justificación religiosa, ética, científica o filosófica que les asegure de lo correcto del proceder. No importa de qué se trate, la sanción moral acaba llegando. Se sirven de una casuística elemental, jesuítica; siempre ven en el mal que puedan hacer los beneficios que pueden resultar de él. Una de las ocurrencias más axiomaticas a la que han llegado es la de que son superiores al resto de la humanidad en talento y eficiencia. De ahí proviene su idea de que proporcionan el pan y la mantequilla al resto de la humanidad. Han resucitado las antiguas teorías del derecho divino de los reyes, en su caso un derecho mcercantil.
La debilidad de su postura es que se trata simplemente de hombres de negocios; no son filósofos. No son biólogos ni sociólogos. Si lo fueran, por supuesto que todo marcharía mejor. Un empresario que fuera también biólogo o sociólogo estaría más próximo a conocer las acciones más adecuadas para regir la humanidad. Pero fuera de su actividad lucrativa, son profundamente ignorantes. No tienen ni idea de en qué consiste la sociedad, y la humanidad les es ajena, pero se consideran ellos mismos como los regidores del destino de millones de hambrientos y de todos los seres socialmente derrotados. Algún día, la historia se mofará de toda esta maraña."
El Talón de Hierro, Jack London (publicada en 1908).
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