Hace unos días preguntaba a los oyentes una locutora de radio, por dónde recortarían en época de crisis. Ahí va una primera lista de cosas que se me ocurren:
- Horas
de trabajo: tendríamos que trabajar al menos la mitad de horas para
poder dedicar tiempo a formarnos, informarnos, participar, convivir,
socializar, cuidar, ayudar…
- Objetos consumidos: tendríamos que pensar qué cosas pueden salir de casa, en lugar de pensar qué cosas entran en casa.
- Velocidad:
tendríamos que recortar en la velocidad a la que hacemos todo.
Deberíamos demorarnos más en las cosas, tomarnos nuestro tiempo, bajar
la velocidad del pensamiento para poder mirar, para ver, para prestar
atención a lo que sucede a nuestro alrededor.
- Televisión
y demás pantallas: si no nos atrevemos a prescindir de la tele, habría
que dividir por varios números las horas de tele. Igual para el resto de
pantallas. Más experiencia vivida, menos experiencia referida. A pisar
la calle.
- Kilómetros: definitivamente, hay que recorrer menos kilómetros. Y los que se recorren, deben recorrerse a menos velocidad.
- Comidas:
conviene comer menos carne, y menos “productos Marco Polo” (aquellos
que recorren medio mundo hasta llegar a nuestra mesa).
- Gente tóxica: si no puedes alejarte de ellos, al menos ignóralos.
- Expectativas
y deseos: tendríamos que aprender a clasificar nuestras expectativas y
deseos para distinguir las razonables de las que no lo son, las
legítimas de las que no lo son. Desear ser amado es legítimo, incluso
razonable; esperar que esa persona particular sea quién me ame, no lo
es. Una expectativa razonable nos abre los ojos, una expectativa
irracional nos ciega.
- Pensamientos
negativos: sin dejar de ver lo malo que hay en el mundo, hay que “saber
reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer
que dure, y dejarle espacio”.