30/8/10

Hundertwasser

Como todas las ciudades, Viena da cuenta de la forma de pensar de quienes la planificaron y construyeron, de la sociedad que estos quisieron modelar a través de sus palacios, sus avenidas, su estructura, sus museos y sus viviendas… Pasear por Viena es pasear por el buen gusto, las buenas maneras, el progreso, la modernidad y el orden -el orden arquitectónico, pero sobre todo el orden social-.

Se trata de una ciudad imponente, y esa era la intención de quienes la concibieron a lo largo del tiempo. Una ciudad que se impone a sus habitantes, que se impone a la naturaleza, que impone el trazado recto sobre el paisaje. Quizás esto sea algo común a la mayoría de las ciudades europeas, pero lo que en las demás es un rasgo, en Viena es definitorio: forma parte de su naturaleza más profunda.

Ni siquiera el grupo Secesión, en su intento por llevar el arte vienés al siglo XX, fue capaz de escapar a esa idea del arte como sacerdocio; como una intermediación entre lo sagrado y lo humano en la que el artista señala la supremacía de lo trascendente sobre lo material, sobre el paisaje mismo: es el edificio que se impone al paisaje (de nuevo Génesis 1:28). Cómo entender si no, las palabras de Hermann Bahr: "El verdadero origen del arte y su meta esencial fue, y ha sido siempre, expresar con figuras claras las sensaciones estéticas de una minoría de personas, nobles, puras y altamente organizadas. Después, la masa, que avanza lenta y con dificultad, debe aprender poco a poco de ella lo que es hermoso y bueno". Una forma paternalista de entender el arte muy similar a la forma en la que, aún hoy, por cierto, seguimos entendiendo la política.

Y quizás haya que pasear por Viena para comprender el valor de la obra de Hundertwasser como un intento de conciliar hombre y paisaje, de prescindir del sacerdote y volver a la idea primitiva del “religare”, es decir, de volver a vincular a unos hombres con otros, y los hombres con la naturaleza (como si alguna vez hubieran sido cosas distintas). En palabras del artista:

Desde los tiempos bíblicos, el hombre fue llamado a “dominar sobre la Tierra”. El hombre moderno ha abusado de ese pensamiento y ha matado la tierra. Ahora debemos someternos a la tierra, algo que debería entenderse de forma simbólica y práctica.

Debemos volver a construir casas en las que la naturaleza esté sobre nosotros. Es nuestro deber poner la naturaleza que matamos cuando construimos una casa, de nuevo sobre su tejado. Debemos devolver a la naturaleza los territorios que hemos tomado de ella ilegalmente. La naturaleza que ponemos sobre el tejado es la pieza de tierra que hemos asesinado para construir la casa."


Tanto las casas como el museo Hudertwasser son lo último que uno debería visitar en Viena. Lo primero, sin duda, la Venus de Villendorf en el Naturhistorisches Museum. Deberíamos mirar Viena con los ojos de aquella Venus fascinante modelada a orillas del Danubio hace 20.000 años, y recordar Viena con los ojos de Hundertwasser.