13/2/11

Desinformados

El enfado con los políticos circula por Internet. Se habla de su inutilidad, de su falta de preparación, de su ambición de poder, de sus sueldos, de su incapacidad, y de tantos otros males. También el CIS, cuando pregunta por los problemas más importantes, los encuentra a ellos. Este post no será un alegato en su defensa, pero sí será un alegato parcialmente exculpatorio. Creo que mientras señalamos a los políticos como el origen de nuestros males, otros salen con el botín por la puerta principal de nuestras vidas. Somos, sin saberlo, cómplices del saqueo que se perpetra contra nosotros.


Empecemos diciendo que, si algo ha demostrado esta crisis, no es tanto la incapacidad de los políticos como su falta de poder -decía un ministro de cultura francés que lo más terrible del poder es darse cuenta de que no se tiene-.


Entonces, ¿por qué seguimos creyendo aún en el poder de los políticos? En primer lugar, obviamente, porque ellos tratan de convencernos de que lo tienen. Difícilmente podría alguien alcanzar un puesto de responsabilidad política señalando los límites del poder al que se aspira. Lo primero que hace el político es convencernos de que puede hacer cosas que sabe bien que no puede hacer. Sin embargo, cuando lo prometido no se cumple, son pocos los ciudadanos que piensan en los limites del poder en lugar de en los límites del político. Esto explica, en parte, la frustración y la desconfianza hacia ellos. A los políticos se les puede echar en cara lo mismo que a esos padres que prometen llevarnos al zoo, y que al final se quedan viendo el fútbol en casa: o sea, de ilusionar primero para desilusionar después. Pero esto es solo parte de la historia. Hay un aspecto más siniestro y más peligroso: el interés del poder real por desacreditar el papel de la política.


El poder político, entendido como la capacidad de los ciudadanos para decidir sobre su realidad de manera colectiva, es el mayor obstáculo para que unos pocos impongan sus intereses a la colectividad. Así que los poderosos buscan por todos los medios debilitar un poder que ellos perciben como un obstáculo. Y eso se consigue haciendo pasar por falta de capacidad lo que es una limitación del poder político. Son muchos los mecanismos a su alcance, pero el más importante, sin duda, es el poder de escribir el relato de lo que sucede. Ya lo hemos señalado anteriormente: al contrario que en la guerra, en política, el que impone su narración, gana.


La mayoría de la gente que se asoma a los medios lo hace creyendo que son una inocente ventana a la realidad, en la que el paisaje que se nos muestra se nos muestra de manera más o menos desinteresada. Nada más lejos de la realidad. El asunto funciona de la siguiente manera: los medios hablan de una selección de temas desde un determinado enfoque, y luego esos medios preguntan a la gente sobre cuáles son los temas importantes. Sorprendentemente, la gente responde que los temas importantes son esos de los que se habla en los medios, y los medios presentan esas encuestas como si ellos no tuviesen nada que ver con el resultado. Si los políticos se perciben como el mayor problema es porque los medios primero hablan mal de ellos, y luego preguntan acerca de ellos. El mecanismo es tan sencillo que asusta.


Es curioso que no se perciba como un problema la ausencia de una red de guarderías públicas que alcance al 100 % de la población; o que haya cientos de miles de ancianos, por no decir millones, viviendo por debajo del umbral de la pobreza; o la destrucción de un patrimonio natural sin el que no existirían las medicinas, o todo el conocimiento en el que se fundamenta nuestra sabiduría. Y así cientos de cosas. Una vez más, hay que formular la pregunta: ¿Quién decide sobre de qué se habla en el espacio público? ¿Desde qué intereses? O sea, ¿quién decide de qué NO se habla?


Nuestras opiniones se explican mejor a partir del funcionamiento de los medios que de una realidad que uno sospecha se parece bien poco a lo que los medios refieren. En otras ocasiones hemos hablado sobre lo poco que importa nuestra experiencia a la hora de construir una imagen mental de la realidad, y lo mucho que importa lo que nos cuentan. Quizás nunca como hoy haya estado la balanza tan desequilibrada hacia lo que nos cuentan.


La mayoría de los medios no buscan que pensemos, sino que reaccionemos, que la primera reacción no sea de reflexión, sino de un posicionamiento inmediato; un “estoy a favor o en contra”. Los asuntos que presentan y la forma de presentarlos busca movilizar a los ciudadanos en una dirección, muchas veces alejada de sus propios intereses, y alineada con los intereses de los propietarios de esos medios, o sea, de los intereses de unos pocos, de una élite económica y financiera, del poder real. Para comprender esto, Pascual Serrano se ha dedicado a investigar quién está detrás de los medios. El resultado es Traficantes de Información, un libro que muestra, con nombres y apellidos, quienes están detrás de los medios, lo que, sin mucha más explicación, debería ser suficiente para que cualquier ciudadano se explique lo que esos medios cuentan.


¿Lo que se nos presenta en los medios es toda la realidad? ¿Es acaso siquiera una parte importante de la realidad? ¿O como mínimo una parte significativa de la realidad? Sospecho que no. Como señala Pascual Serrano, hoy la censura no se ejerce por limitación, sino por saturación. Constantemente nos bombardean con información, y pensamos que por ello estamos informados, cuando sucede exactamente lo contrario. La mayoría de nosotros carece de la información que necesita para comprender lo que sucede y lo que le sucede, y la brecha creciente entre una realidad limitadora, y una información insuficiente, no hace si no aumentar la frustración, el enfado, la ansiedad, la ira, y la depresión de todos nosotros.


Hay, creo yo, un interés claro por deslegitimar la política y a los políticos. Y por lo que dicen las encuestas, funciona. Es así como el poder va apartando los obstáculos que se puedan interponer en su camino, lo que facilita la imposición de sus intereses. Pasa aquí y pasa en todas partes.


¿Significa esto que toda crítica a los políticos sea ilegítima? !En absoluto! !Los políticos son más que criticables! Pero también deberían serlo las grandes empresas y los medios de comunicación. ¿Quién ejerce esa crítica? ¿Es razonable pensar que los medios van a criticarse a sí mismos? ¿A quienes financian sus actividades? Difícilmente. Sin embargo, a los políticos les exigimos un plus de virtud que no exigimos ni a nosotros mismos.


Quizás nunca antes ha habido una necesidad tan grande de recuperar el papel de la política, de convencernos de que el poder no se delega, de que la condición de ciudadano es inseparable de la condición política, de que debemos dejar de responsabilizar a otros de lo que nos ocurre, de asumir nuestra responsabilidad y de ejercerla, de que si otros tienen poder es porque nuestra pasividad lo permite. Deberíamos hacer algo más que reaccionar a las cosas que nos cuentan, y deberíamos ser más críticos, formular más preguntas del tipo "qué intereses defiende quién me habla", y ser más activos en la búsqueda de información. Porque de lo contrario es posible que, sin ser conscientes de ello, estemos tomando partido en contra de nuestros propios intereses.


Si aceptamos que el poder no está en manos de los políticos, entonces hay que preguntarse dónde está, y cómo recuperarlo.