2/7/08

La ira y la tormenta

Memoria

Uno de nuestros ancestros –ella, él, ambos–, reconoce, porque recuerda, que el sol vuelve con fuerza cada muchas lunas como lo hacen las lluvias, como lo hace el frío, como lo hacen las hojas verdes en los árboles y los pájaros en el cielo. Reconoce, también, que a muchos días de sol fuerte les sigue siempre la tormenta.

Imaginación

Ese humano, que vive hace diez, veinte, cuarenta mil años, establece relaciones entre cosas distintas: es capaz de pensar por ejemplo, que un dedo puede ser una manzana, y dos dedos dos manzanas –incluso si la manzana es solo un recuerdo en su memoria–. Más difícil aún: esa imaginación que relaciona cosas en apariencia independientes, le permite establecer relaciones entre cosas y sonidos: los que salen de su garganta. Un sonido puede ser “manzana” y otro distinto “día”. Pronto aprende a modular su garganta para producir muchos sonidos distintos. Aprende, también, a combinarlos para crear sonidos nuevos.

Sentido

Ese ancestro primitivo, dotado de memoria e imaginación, está poseído por la necesidad de dar sentido. No le basta con registrar en su memoria secuencias de frío, lluvia, calor, hojas verdes en los árboles y pájaros en el cielo, y con reconocer patrones de repetición en esas secuencias. Necesita, además, dar un sentido a todo ello.

Nombrar

Ese ancestro primitivo ha puesto nombre a los árboles, al agua, a los animales, a las piedras, a los tiempos fríos, a los tiempos calientes, al sol y a la luna, al día y la noche, y ha puesto nombre incluso a eso que siente cuando otro miembro de la tribu se atreve a invadir su territorio o a acercarse a sus cachorros: lo ha llamado ira.

Lenguaje

Un día piensa que si sus dedos pueden ser manzanas, y su garganta puede decir "sol", su ira puede ser la tormenta. Y así, hace diez, veinte o cuarenta mil años, une por primera vez las palabras tormenta, ira y sol y dice: “la tormenta es la ira del sol”. Pero nada más decirlo, comprende que aunque comparte la ira con el sol, el sol es distinto a él o ella. Como ella, o él, el sol siente ira, pero el sol es otra cosa. De esta manera, igual que antes nombró al árbol, al agua, a los animales, a las piedras, a los tiempos fríos, a los tiempos calientes, al sol y a la luna, al día y la noche, nombra a ese sol que siente ira. Y el hombre creó a Dios.

Poesía

Miles de años después, uno de sus descendientes, impulsado por la misma fuerza misteriosa de sus antepasados, invertirá las palabras y dirá: “mi ira es tormenta”. Y el hombre creó la poesía.

Literaturas

Durante miles de años, alrededor de un fuego nocturno, los viejos entregarán sus elaboradas narraciones a jóvenes ansiosos por transformar esas narraciones según su imaginación y entendimiento, deseosos de crear narraciones nuevas, narraciones suyas, jóvenes que un día llegan a viejos y se sientan alrededor de un fuego para entregar sus elaboradas narraciones a jóvenes ansiosos por transformar esas narraciones según su imaginación y entendimiento, deseosos de crear narraciones nuevas, narraciones suyas.


Este texto existe a partir de Sílabas de fuego, de Menchu Gutiérrez